Kakcha significaba “sexo lésbico” en la lengua aymara.
Otros términos de esta lengua precolombina de Bolivia y Perú se refieren a las mujeres que no querían tener relaciones con hombres, así como a la acción verbal de tener sexo entre mujeres. Una lengua mucho más inclusiva que la que llegó después para someter a sus pueblos y que sin duda denota que sus creadores eran mucho más libres de lo que fueron sus invasores los 4 siglos siguientes. Incluso había términos para designar la ambivalencia entre hombre y mujer: Marmi chaka.
Y lo sabemos gracias a un hombre. Ludovico Bertonio, un cura jesuita que vivió en Juli, cerca del lago Titicaca, como misionero y que estudió la lengua aymara de los indios Lupaca hasta crear el primer diccionario de aymara en 1612, “Vocabulario de la lengua aymara”. Muchos de los términos que el recogió en su texto estaban completamente demonizados, o directamente no tenían traducción, para la mirada judeo-cristiana imperante. El jesuita admiraba la lengua Aymara y siempre resaltaba su elegancia y su complejidad por lo que intentó sin descanso dejar para la posteridad expresiones indias que no tenían traducción literal y consiguió que su diccionario pasara la censura y llegara a Roma.
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Su misión, como la de todos los curas que habían llegado a la región, era evangelizar a los indios. Finalmente estaban asimilando a los indios a la cultura europea, sin mucho respeto ni por su libertad ni por su propia cultura y costumbres, y se limitaban a aprender lo justo de su idioma para poderles adoctrinar. Sin embargo Bertonio tenía otra mirada. Quería aprender de ellos, y dejar su huella en la Historia de la humanidad. Gracias a su gramática aymara y a su diccionario tenemos nuevos datos de algo que veníamos descubriendo: Entre los indios americanos había mucha más libertad sexual hace medio siglo de la que hay ahora mismo en medio planeta.
Fuente: www.páginasiete.bo