por María Jesús Méndez
En MíraLES aún estamos flotando en nubes de colores. Sí, colores arcoíris. La preciosa y emocionante Gala con la que celebramos nuestros 15 años nos dejó temblorosas. Reunir a mujeres interesantes, fuertes, empoderadas, cada una desde su área de influencia, fue histórico.
Pero en temas LGTB las alegrías que son como nubes, realmente son solo eso. A veces se deshacen y otras veces hay tormentas. Samuel Luiz (24 años) fue asesinado un día 3 de julio, el mismo día que murió mi madre. Y quizás por eso he conectado más profundamente con el dolor de su familia. Para ellos también el día 3 de julio es el más horrible del año.
Han pasado 3 años desde que la vida de la familia y amigos de Samuel cambió para siempre. 3 años desde que las personas LGTBI miramos a Galicia y dijimos: sí, vivimos en el segundo país con más población LGTB del mundo, el tercero que aprobó el matrimonio igualitario (en 2025 celebraremos 20 años de este acontecimiento), el cuarto en el mundo con mejores derechos para nuestro colectivo, según ILGA, pero aún así, a pesar de eso, pueden ver algo en nosotros y matarnos por ello.
Actualmente se está llevando a cabo en A Coruña el juicio por el asesinato a golpes de Samuel. Cinco personas se enfrentan a penas de entre 22 y 27 años. Ayer pudimos escuchar a su padre, Maxsoud Luiz, contarnos cómo, por su propia historia de vida, con adicciones familiares y violencia de género, había elegido criar a su hijo inculcando amor y respeto.
“Le enseñé a mi hijo valores, fue lo que le enseñé hasta el día en que me lo quitaron. Mi hijo era una persona que tuvo una educación excelente, mi hijo era una persona que nunca bebió, no le gustaba estar en peleas, puedo decir que, a mi modo de ver y pensar, recibió una educación ejemplar, que estuvo en la iglesia conmigo y ahí nosotros educamos a la gente a ser buena gente”, ha detallado.
Samuel murió no solo con horrible dolor físico. También escuchando insultos de “maricón de mierda”. Para su padre, y para nosotras, está claro que el odio es la motivación estructural de este crimen. “Lo que hicieron con mi hijo fue odio, ni a un perro se le deja tirado en la cuneta“.
Es importante dejar claro que el atroz asesinato de Samuel fue un crimen de odio. Ser víctima de un crimen de odio por orientación sexual quiere decir que no te atacan por robarte el bolso o el móvil. Que te atacan porque eres lesbiana, gay o bisexual.
Un crimen de odio tiene un agravante mayor a la hora de dictar una sentencia. Es por eso que es un clave en este juicio. Los agresores no conocían a Samuel, pero vieron algo en él y por eso lo mataron. Es la esencia de la LGTBIfobia. No nos conocen, no saben que quizás nos gustan las mismas series, que nos encanta la Navidad o qué libro estamos leyendo. No saben si estamos enamoradas, si nos han roto el corazón, si estamos planeando un viaje o si tenemos un hijo.
No saben nada acerca de nosotras. Si somos buenas o malas personas, si votamos al mismo partido, si tenemos dos perros, dos gatos, o un pez. Pero nos odian. Y nos odian por algo tan íntimo, tan sencillo y a la vez tan complejo como que nos enamoramos de alguien de nuestro mismo sexo.
El problema de la LGTBIfobia es que cree ver algo en nosotras, pero en realidad no ve nada. Nos deshumaniza.
Diego Montaña es uno de los principales acusados de este asesinato. Según los testigos, tras golpear y patear a Samuel llegó acalorado a un parque, le dolía la pierna, se sacó la zapatilla y lo metió en una fuente. Su novia, que había incentivado el crimen, le reñía porque “se había pasado”, y repetía: “cómo lo dejasteis”.
El asesino, según informan los testigos, fue tajante en su respuesta: “Me da igual, era un puto maricón de mierda”.
(La foto de portada corresponde a un mural en Ourense)