Voces silenciadas: ser lesbiana en tiempos de guerra

“Desperté a su lado. La luz que asomaba por el balcón y el celeste del cielo parecieron pactar el augurio de un día armónico y tranquilo. Gentil predicción. También utópica. No tardé en advertir la tragedia de los alrededores al asomarme por en balcón, y recordar que, aun estando yo resguardada en casa, formaba mi historia parte de ella.

Fuera, las tropas nazis que recorrían las calles se encargaban de ennegrecer a su paso cada rincón, teñir de rojo al diferente hasta la muerte y oscurecer el pensamiento a golpe de mezquindad. Ella, en cambio, tendida sobre la cama y abstraída en el sueño que más tarde compartiría conmigo lograba inspirar en mí la paz y el equilibrio contrarios a la realidad que nos envolvía.

-¿Te imaginas que nos pudiéramos casar?- preguntó.

Bueno, primero deberíamos imaginar que pudieras divorciarte de tu marido sin necesidad de su permiso.

La crudeza de mi respuesta no pareció afectar a sus ilusiones. Sus ojos brillaban aún más y su sonrisa crecía. Así era ella. Desconectaba del mundo y se proyectaba allá donde sus ilusiones la guiaran. Podía contar, como si testigo hubiese sido, de muchos lugares, épocas, culturas y un sinfín de características. Contaba, por ejemplo, de la isla de Lesbos, y con ella viajábamos a sus aguas calientes y podíamos conocer la poesía de Safo. O ponernos en la piel de un soviet en la insurrección rusa, y dar fe más adelante de cómo los principios que la regían fueron mancillados por majadería estalinista. Y a veces también, y de ambición no pequeña, se atrevía con el futuro y hablaba de la revolución social que nos llegaría, la emancipación de la mujer y la desaparición del patriarcado. Y ahora esto. Nuestra boda. ¿Cuándo dejará de soñar?

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Soy una mujer consciente, de principios y religiosa. Sé que estoy pecando. Y ella también. Sé que Dios me odia. Sé que tanto como yo a mí misma por amar a una mujer. Por desear su felicidad. Por ser uno de los motivos de su sonrisa y la que amanece a su lado. Sé que deshonro a mi nación y que por ello ésta me odia. Tanto como yo a mi desvergonzada osadía por contradecir con mis actos al Führer. Por desear enriquecer mi intelecto y desarrollar mi pensamiento crítico.  Pretender mi libertad y la de todos.

-¿Sabes? El otro día oí hablar sobre el código 175. Al parecer ahora condenan la homosexualidad a los campos de concentración.  Pero sólo la masculina.  Qué suerte que no somos hombres -interrumpió mis pensamientos.

Mmm… Suerte que tu marido ignore lo nuestro. Él no necesita ningún código para someterte a un tormento similar. Y es a la misma suerte a la que maldigo por haberme hecho mujer. De ser hombre no habría ningún obstáculo para estar juntas.

Se rio.

-Pues yo creo que sí.  Si fueras hombre, me verías de la misma manera que mi marido. Además, yo estoy enamorada de ti. Y tú eres una mujer.

Me callé. ¿Qué podía hacer? Era verdad. Claro que, siendo la verdad un concepto abstracto, dejaba de serlo para otros.  Y así fue.

Aquel que, por imposición social, le fue asignado como “acompañante” para el resto de sus días, también se encargó de ponerle fin a lo nuestro por su imposibilidad de aceptar la verdad. Una verdad hasta ahora clandestina. Y ella, a pesar de ser ésta ardua y de trágico final, nunca me odió. Aun con mi larga lista de miedos, inseguridades y pasividad. Esa mujer de pelo oscuro y ojos verdes. La misma que aprendió a gritar y me enseñó a leer, pero entre líneas. A luchar contra las falacias que aún se obstinan en robarme el alma. Contra todo aquello que simula verdad. Ella, la que se enfrentaba a todo y la que todo cuestionaba.  La que ya no sueña. Ella. Esa mujer me amó. Y eso sí era verdadero.

Por eso la asesinaron.”

¿Sabes, querida lectora? Antes que inspirar en ti un sentimiento similar a la tristeza o la conmoción, quisiera despertar en ti la rabia, pues la historia que acabas de leer no es más que fruto de la imaginación de quien, con rabia, ha sido incapaz de encontrar un solo testimonio o historia documentada sobre la persecución del lesbianismo en la época nazi. Y ha debido, con una buena dosis de rabia, recurrir a la fantasía para dar voz a una de las que, seguro, fue la historia de más de una pareja de lesbianas.

Si bien es cierto que el código 175, vigente desde el 1872 hasta el 1994, nunca dio cabida en su legislación a la pena del lesbianismo, resultaría negligente ignorar el castigo social y doméstico vividos día a día por estas mujeres. Entendamos de una vez que las cárceles no son sólo barrotes, sino la pena con la que ahogan nuestro deseo de libertad. Rilke, en su poema Der Panther, lo manifiesta muy bien. Y otra de sus consecuencias, que también duele, es la condena al silencio y al olvido en la historia. No dejemos que nos ocurra lo mismo. Y empecemos ya.

Me llamo Johana, resido en Berlin y soy lesbiana (sí, rima fácil). De querer, no podría casarme aquí, pues el matrimonio homosexual sigue siendo un sueño imposible de cumplir.

Pero, ¿sabéis? Sé que podré. Y vosotras también. Porque depende de nosotras. Porque somos muy reales. Porque tenemos un nombre que lo ratifica y una historia muy real tras él.

Y la verdad es que ya es hora.

No voy a dejar de soñar. Sigo viva.

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5 comentarios en “Voces silenciadas: ser lesbiana en tiempos de guerra”

  1. Sabes, hay un fragmento del poema “Vivir” de Walt Whitman que reza: “…Aunque el viento sople en contra,la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio…”
    Me pareció muy ad-hoc al artículo… Cuántas historias no quedaron atrapadas en el silencio y olvidadas por el tiempo, creo que es más que justo revivirlas a través de los sueños…

  2. Hola! Yo conozco una historia de una pareja lésbica, en Alemania, durante la segunda guerra mundial, la de Lilly Wust y Felice Schragenheim, y hay un libro y una pelicula publicados relatando su historia: “Aimée y Jaguar”. Recomiendo muchisimo la peli por si no la viste, aunque tené preparado un pañuelito que alguna lágrima se te va a salir.

    Sobre la peli:
    http://es.wikipedia.org/wiki/Aim%C3%A9e_y_Jaguar

    Saludos!!!

    1. Nop, no la he visto. Pero le he echado una ojeada a la descripción, y promete. Arriba las iniciativas que ambientan posibles historias que en el pasado quedaron! Voy preparando el pañuelo.

      Gracias, Rushiana 🙂

  3. Hola!! me ha gustado mucho esta breve historia pero con un gran mensaje de fondo. Al igual que Rushiana yo también he visto la película de “Aimée y Jaguar”, pero antes de verla, os recomiendo que leáis el libro, me atrevería a decir que ha sido el mejor libro que he leído en mi vida (al menos hasta hoy), contiene la entrevista de Lilly, testimonios auténticos de sus hijos, incluso algunos poemas que se escribieron entre ellas. La película se come muchas cosas, pero si antes leéis el libro, viviréis la historia como si fuera la vuestra propia, alqo que nunca antes me había pasado.

    un saludo!!

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