Las lectoras de MíraLES nos cuentan sus más hermosas historias de amor:
Ya no quería romances lúdicos. Quería realmente una mujer a mi lado, una mujer para vivir la vida juntas. Así que parte de mi historia de amor empezó con mi propio proceso personal, mi propia vivencia de querer tener una compañía para la vida completa.
Lu estaba en cama. Era abril del 2013 y había estado en cama desde noviembre del 2012. Decidí ir a visitarla. Siempre me había gustado Lu.Meses atrás, un grupo de tres mujeres bastante alocadas y yo, también alocada, habíamos decidido juntarnos para “hacer algo”. Teníamos la idea de montar una especie de espectáculo por y para mujeres, sumamente osado para lo que es el ambiente montevideano. No salió nada de todo lo que planeamos. Yo tuve buena parte de la culpa. Me enredé con una de ellas, no con Lu, con otra. Ahora Lu siempre se ríe de ella, se burla. Lu se siente feliz y hace chistes porque se quedó conmigo. Yo le sigo la corriente.
Mi esposa Lu tiene espondeolistesis. Es una enfermedad que produce un daño en la columna que, en el caso de ella, debió ser operada con poco más de veinte años con colocación de una prótesis. Estuvo 9 meses internada y sufrió cuatro intervenciones. Las dos primeras fueron hechas en Uruguay por el Dr. Nin Novoa, nunca está de más decirlo. Fue un caso de mala praxis severa. Un tornillo le quedó a Lu pinchando la médula. Esto ocurrió durante varios meses y le produjo una lesión permanente que implica un dolor crónico muy fuerte. Pero ella es ahora una mujer bien parada y plantada, y nadie se da cuenta de que tiene ese problema porque le pone actitud. Pero yo tengo que contarlo porque ella y yo sí que nos damos cuenta y bien que afecta a nuestras vidas. Aunque estaba acostada y en pijama, debo reconocer que fue bastante osada y me tiró unas cuantas indirectas para que yo me diera cuenta de que le gustaba mucho. Esa misma noche, cuando llegué a casa empecé a chatear con ella. Nos mantuvimos conversando de 23 a 5. Yo ya me estaba enamorando. Le pregunté si ella, teniendo yo mucho cuidado, podría hacer el amor. Me respondió que sí. Al día siguiente fui a buscarla a su casa. Me la traje con su arsenal de medicamentos a pasar el fin de semana, pues mis hijos estaban con el padre. Hicimos el amor durante horas. Fue muy tierno, placentero, hermoso y excitante.
A partir de ahí, cada vez que los niños estaban con el padre Lu se venía para casa y se instalaba. Esa semi convivencia fue muy, feliz, todo lo contrario a la soledad. Llegó el día en que conjugamos el verbo amar. Cuando se dice te amo es imposible mentir.
Nuestras familias reaccionaron distinto al enterarse de nuestra relación. La madre de Lu la golpeó con mucha fuerza. La tiró al piso y la pateó en la parte operada de su columna. Eso le provoca un dolor muy grande e incluso puede generar un daño irreversible. Fue una escena terrible. Su abuelo le apuntó con un revólver y le dijo “lesbiana chupa concha”. Ella tuvo que tomar su bastón e irse a la calle sin un solo peso en el bolsillo y con lo puesto para no volver nunca hasta el momento.
Yo no quería imponerles a mis hijos de 13 y 9 años la convivencia con ella en forma tan repentina. Venían hacía sólo tres años de un divorcio de su padre y yo. Habían cambiado una vida convencional y holgada por una vida nada convencional y con dificultades económicas, una mudanza, y habían asumido y aprehendido mi condición de lesbiana. Yo no me animaba a dar el paso de la convivencia. Lu, momentáneamente sin trabajo por su condición de salud, se vino a vivir a una pensión muy cerca de mi casa. Empezó a visitarnos. Entabló una relación mágica, íntima, tierna, comprensiva, tolerante, con mi hijo menor que es autista de alto rendimiento o posiblemente Asperger.
Con mi hija adolescente la cosa era un poco más complicada. Pero yo empecé a comprender que, de alguna forma, como muchas veces ocurre con los hijos, debía imponerle mi decisión de convivir con la mujer que amaba, a la vez de colaborar juntas, Lu, mi hija y yo, en lograr una armonía y la gestación de una nueva familia. Cualquier madre sabe que, muchas veces, actuamos en contra de la voluntad de nuestros hijos a sabiendas de que les haremos un bien que más adelante nos agradecerán. Creo que era el caso.
Una tarde estábamos desnudas en la cama conversando relajadas. Lu me preguntó si me casaría con ella. Le respondí que sí. Yo le pregunté que si se casaría conmigo. Me respondió que sí. Hacía no más de quince días que se había aprobado el matrimonio igualitario en mi país. Fue una coincidencia. En Uruguay muchas parejas estuvieron conviviendo y esperando años para poder casarse. Nosotras éramos una pareja de enamoradas que recién empezábamos. Fue un poco impulsiva la decisión. Pero yo creo en los impulsos. Muchas grandes cosas de mi vida ocurrieron a partir de un impulso muy repentino. Fuimos la primera pareja de mujeres que se anotó en el Registro Civil. Nos casamos el 7 de octubre del 2013.
Fue una ceremonia que cumplió muy bien su función. De la familia de mi mujer sólo participó una prima y su hermano. De la mía todos. Y muchos amigos de ambas. La ceremonia fue tan natural que todos empezaron a comprender el amor que sentíamos. En ese momento, cuando dimos el sí, cuando los recibimos en casa, cuando los amigos cocinaron, repartieron los platos, todos se dieron cuenta la buena energía que había en el ambiente.
En casa hubo portazos. Hubo enojos. Hubo días con Lu en cama. Pero las cosas fueron acomodándose. En menos de un año llegaron tardes enteras felices los cuatro conversando animadamente, sentados a la mesa, rodeados de nuestras mascotas. Mi esposa y yo trabajamos en casa. Ella fue curándose cada vez más de su dolor crónico, que aunque está presente, ya no la tortura tanto. Trabajamos con independencia y libertad dedicándonos ambas a lo que amamos. Yo, la literatura, mis talleres, mis talleristas, mis libros; ella es diseñadora gráfica, productora y música. Nos apoyamos mucho a nivel personal, en nuestras vidas y a nivel profesional. Todas las tardes paseamos a nuestra perra Jacinta por el Parque Rodó, que es uno de los parques más bellos del mundo. Y cuando hay muchos mosquitos bajamos a la playa, que está enfrente del parque. Montevideo es una ciudad hermosa. Nuestro barrio es hermoso. Nuestro pequeño apartamento es hermoso. Nuestro trabajo es maravilloso. Nuestras noches son cálidas. Nos levantamos cada mañana seguras de que no es un sueño, deseosas de vivir cada segundo de esta realidad que es a la vez nuestra, propia e íntima pero también una piedrita en la historia.
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Una historia maravillosa y maravillosamente contada. Enhorabuena por ese final feliz, ganado a golpe de constancia, esfuerzo, entereza, inteligencia… 🙂
Hermosa historia! Es una lastima que la familia de Lu no la apoyara , espero que con el tiempo eso cambie.
Felicidades y suerte
Quiero agradecer primero a mi esposa Elena Solis @ElenaEscritora, por escribir parte de nuestra historia, segfuirá escribiéndola. Somos muy felices, te amo Elena.
Gracias a todos y todAs por tan lindos comentarios. Felicidades para todas.
Soy la madre de Elena. Me siento inmensamente feliz de ver a mi hija contenta y feliz. Mis nietos y Lu son ahora su hermosa familia. Me enorgullece su valentía y celebro su enorme capacidad de ser feliz aunque lograrlo le haya costado algunos sufrimientos. Destaco la inmensa ternura que Lu tiene con mis nietos. Se los ha ganado gracias a su trabajo de hormiguita para transmitirles amor. Los quiero mucho a los cuatro y me encanta verlos tan felices.
ADMIRACION Y FORTALEZA…QUE GUERRERAS POR DIOS…BENDICIONES PARA ELENA LU Y SU FAMILIA…DIOS TODO LO PUEDE…CUANDO EL AMOR ES VERDADERO NO HAY QUE SE LE OPONGA ♥ CREO FIRMEMENTE…=)
QUE HERMOSA HISTORIA, ALGÚN DÍA CONTARE LA MIA
HERMOSA HISTORIA…EL AMOR ES LA FUERZA MAS PODEROSA QUE EXISTE…VIENE DE DIOS…Y DIOS NOS QUIERE BIEN Y FELIES…ME ENCANTO ESTA HISTORIA…FUERZA MUJERES QUE SE PUEDE SER LIBRE Y AMAR Y HACER Y ESTAR EN PAZ…;)
Que hermosa historia!! cuanta fortaleza!!! Cuanto amor!!!
Siempre se puede, eso no lo dudo
la parte de la reaccion de la familia de Luciana me deja ciertas dudas en el tiempo, se que Elena no estuvo presente y fue el cuento que le hicieron, lastima.