Desafiando estereotipos: Perros y lesbianas

Pasó hace muchos años. Una lesbiana pionera decidió acabar con ese matrimonio simbólico que se ha constituido ancestralmente entre lesbianas y gatos, y romper con esa idea de que el perro es el mejor amigo de un hombre.

Adoptó un cachorro canino.

¿Qué hace una lesbiana con un perro? Se podía leer en los rostros de todos aquellos que la veían pasear por el parque con su pelo corto, su camisa de cuadros y… su chucho.

Las otras lesbianas la miraban con desaprobación. Los gatos observaban atónitos y con desprecio (vamos, una mirada habitual felina), los hombres se burlaban. “Los perros son los mejores amigos del hombre, no de las lesbianas. Tú lo que quieres es ser un hombre”.

Sus padres la enviaron al psicólogo, pero no pudieron enderezar a la aún más invertida bollera, que desafiaba no sólo las normas de la heterosexualidad, sino también el código civil de costumbres lésbicas.

Abrió el camino. Desde entonces una gran cantidad de perros empezó a habitar los hogares lésbicos. Gracias a ella muchas podemos, actualmente, disfrutar de la compañía de un perro.  Muchas nos hemos liberado de la indiferencia de los gatos, de ese tira y afloja, de sentirnos a veces adoradas, a veces utilizadas y a veces como unas desconocidas para nuestras mascotas gatunas.

Al adentrarnos en el mundo canino descubrimos la alegría de llegar a casa y ser recibidas con ovaciones (aunque nos hayamos ido un día o 10 minutos), por fin pudimos sentir la satisfacción de llamar a nuestra mascota y que nos hiciera caso, lanzar una pelota y obtener feedback.

Hemos dado vida a un grupo subversivo de lesbianas amantes de perros.

¿Y las que tienen gatos y perros?  Ése es un extraño caso de bianimalidad que tendremos que tratar en un siguiente artículo.

¿Y tú qué tienes en casa? Mándanos la foto de tu mascota ([email protected])  y podrás ganar un premio.