Clara Asunción García (Elche, 1968) es una de las escritoras españolas de temática LGTB de bibliografía más variada y extensa. Ha presentado en Madrid, junto a los también escritores Claudio Mazza y Davide Martini, la campaña “Lee y enamórate” y desde MíraLES hemos venido a conocer esta campaña y a conocer también un poco mejor a Clara.
P: ¿De qué trata “Lee y enamórate”?
R: ‘Lee y enamórate’ es una iniciativa de la editorial Dos Bigotes y la librería Nakama de Madrid, una campaña de fomento de la lectura que parte de un planteamiento fascinante, y es el de responder a una pregunta que tal vez muchxs nos hayamos hecho, sobre todo si somos ávidxs lectorxs: ¿qué ocurriría si un personaje cobrara vida? E incluso va más allá: ¿y si ese personaje viviera una historia de amor fuera de las páginas?
La campaña hace que tres personajes de tres historias diferentes “traspasen” la frontera entre la ficción y la realidad: Renzo, de la novela ‘Suburbana’, de Claudio Mazza; Riccardo, de ’49 goles espectaculares’, de Davide Martini, y Eva, una de las protagonistas de mi relato ‘#Marimaryeva, de la antología ‘Ábreme con cuidado’.
A estos personajes se les crearon perfiles en distintas Redes Sociales, con el objetivo de ver cómo se relacionarían en el mundo real… Y lo que ha ocurrido es lo que se muestra en la campaña. Lo que se intenta con ella es acercar los libros a todo tipo de lectorxs, en especial a aquellxs que piensan que no les gusta leer pero no se dan cuenta de que en su día a día se pasan el rato leyendo, incluso cuando ligan a través de una aplicación. Y que enamorarse de un personaje o de la literatura puede ser tan real como hacerlo de alguien de carne y hueso.
P: ¿Por qué te animaste a participar en este proyecto?
R: ¿Cómo no hacerlo? En cuanto Alberto y Gonzalo, los editores de Dos Bigotes, se pusieron en contacto conmigo para plantearme la idea, creo que tardé en aceptar solo el tiempo que necesitaron para verbalizarla. Es como un sueño hecho realidad: ¡que una de tus criaturas cobre vida! ¿Qué escritor/a no aceptaría participar en algo así?
Además, cualquier acción dirigida al fomento de la lectura me parece tan maravillosa como necesaria. Soy de las que creen firmemente en el valor de la cultura como herramienta educativa, de conocimiento, de apertura emocional y vital, siempre sin perder de vista, por supuesto, la vertiente meramente lúdica, de disfrute puro y duro. Pero una sociedad que no lee no avanza, no se desarrolla, no descubre otras formas de pensar, de vivir, de crecer. Todo esto se está perdiendo, en aras de una (interesada) laminación de la cultura: no nos quieren pensantes, sino borregos. Nos quieren zombis de la nadería, balando delante de una pantalla llena de “mujeres, hombre y viceversas” varios.
Esto es muy sencillo: si no leemos, no ponemos en funcionamiento nuestro cerebro. Si este no se activa, perdemos nuestra capacidad de pensamiento crítico. Y si no tenemos esa capacidad, somos carne de manipulación y conformidad para un puñado de indeseables que nos quieren adormecidxs.
Y les está funcionando, eso es lo más triste de todo.
Así que, bienvenida sea ‘Lee y enamórate’ y cualquier otra iniciativa que logre despertar la curiosidad y las ganas por leer.
P: Como autora, ¿cómo ves el panorama de la literatura lésbica?
R: Cada día más amplio, diverso y visible. Lo que antes era excepcional se ha convertido a día de hoy en habitual, accesible. Tanto en un lado de la línea como de la otra, tanto si eres lectora como si deseas publicar. En ese sentido, la posibilidad de autopublicar ha roto las barreras, ya no necesitas el visto bueno de una editorial para ofrecer tus historias.
Eso, no obstante, también tiene su aspecto negativo: a veces, no existe mayor filtro a la hora de hacerlo que el de la propia autora y eso no siempre es bueno.
Sin embargo, dado el panorama literario actual (y aquí me refiero ya a nivel general, no solo LGTBQ), el filtro de una editorial lamentablemente ya no garantiza la calidad de lo publicado. Y me remito al ejemplo de «Cincuenta sombras de Grey». Con eso creo que se explica todo. Cuando una editorial prima el aspecto económico sobre todo lo demás, la literatura pierde y con ello, los lectores.
Pero, al final cada historia encuentra su lector/a. Todo depende de tu nivel de exigencia…
P: ¿Y como lectora?
R: Yo siempre digo que soy lectora antes que escritora, y hablando estrictamente como tal me encanta la apertura de temas y géneros que se da actualmente, es una maravilla que cada vez más mujeres se decidan a escribir. Comparado con el panorama de hace unos diez o quince años, es el paraíso para cualquier lectora ávida de historias. No obstante, y eso es algo que no puedo dejar de señalar, la cantidad no siempre es sinónimo de calidad y en este sentido echo en falta una mayor riqueza narrativa en algunas de esas historias, que estén más trabajadas, sobre todo a nivel de profundidad de los personajes, de perfilación psicológica, de desarrollo de las tramas… A mí, como lectora, me da igual que me cuentes una historia de amor, una de denuncia social, o una para echarte unas risas. Para mí, todas son dignas de consideración. ¡Pero hazlo bien! Porque no es lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. El trabajo que hay detrás (o la falta de él) y que creo que si tienes una mínima formación lectora, detectas enseguida. No hay que confundir sencillez con simpleza. Hay novelas bien construidas y absolutamente deliciosas que llevan esa sencillez (muy, muy difícil de conseguir, por otra parte) por bandera. Pero hay una línea muy delgada entre una cosa y otra, y un riesgo enorme de caer en el lado equivocado.
Yo misma cometo errores, tengo flaquezas narrativas, caigo en lugares comunes y ciertamente mis historias no tienen por qué gustarle a todo el mundo. Pero si hay algo que me gustaría que tuviesen claro mis lectoras es que siempre trato de ofrecerles el mejor trabajo posible. Siempre. Que lo consiga o no, solo puede servirme de acicate para tratar de hacerlo mejor en la siguiente.
P: En “Elisa frente al mar” no solo hablas de temas lésbicos, nos llama la atención que incluyeras un componente de violencia de género, porque esto no es nada habitual en literatura. ¿Por qué lo hiciste: compromiso social o necesidad personal?
R: La pregunta no sería tanto por qué lo hice como ¿por qué no? ¿Cómo no hablar de ello, como no aportar un punto más de denuncia de algo tan terrible? Nos horrorizamos ante cada nuevo caso, pero sigue sucediendo. Algo no funciona, algo no se está haciendo bien, o se está dejando de hacer. En ese sentido, creo que debería haber una mayor implicación, a todos los niveles, la gubernamental la primera. Tal y como reivindican las mujeres de la asociación “Ve-la luz” con su propuesta: que la violencia de género sea una cuestión de Estado. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que un maltratador/asesino machista tenga derecho a formar parte de la crianza de sus hijxs? ¡¿En qué cabeza cabe eso?!
Debe producirse un paso adelante, tanto cualitativo como cuantitativo. Y no será posible darlo sin una implicación transversal. Tampoco sin un enfoque de base, que empiece en los primeros estadios de la formación, tanto de niñas como de niños: hay que implementar una educación feminista, porque creo que es el único modo de acabar con los roles de víctimas y agresores.
P: ¿Qué objetivos te marcas cuando escribes, es decir, por qué escribes?
R: ¡Porque no puedo evitarlo! Leo a veces a compañeros de oficio que hablan del “dolor” de escribir, como si fuese una especie de acto traumático. En mi caso es todo lo contrario: lo doloroso es no hacerlo. En 2014 tuve un bloqueo importante, severo, que me dejó muy tocada: me metió el miedo en el cuerpo. Hasta esa fecha, llevaba años prácticamente sin parar. Escribiendo, escribiendo, escribiendo. ¡Todo fluía! Pero llegó ese parón y fue como despertarme de súbito en un lugar que no reconocía, que no era el mismo que siempre había estado en mi interior. Desde entonces vivo con ese miedo, porque a mí escribir me hace feliz.
Ese es mi único objetivo: disfrutar con lo que hago, que la historia me emocione, que los personajes me importen. Porque sé que si yo no siento esa emoción difícilmente podré transmitírsela a quien está al otro lado de las páginas.
Obviamente, ya todo lo demás (qué quiero contar, cómo quiero hacerlo, por qué) va implícito en ese desarrollo emocional. Pero el punto de partida es ese: que la historia me haga sentir a mí, que me importe lo que estoy contando. Fuera de eso, no hay más que una historia muerta, sin pulso, escrita de forma mecánica, solo para cubrir porcentajes: un 33% de romance, un 33% de sexo, un 33% de intriga…
No sabría escribir así. Tal vez pueda llegar a hacerlo para ganarme la vida, dada la alta precariedad que por desgracia implica este oficio, pero no sería yo. Perdería mi identidad.
P: Tienes una obra ya bastante variada y extensa, ¿de dónde nacen tus historias?
R: De mi deseo de leer, básicamente. Ese es el principal punto de partida. Leer durante toda mi vida me ha llevado a escribir y si llevas toda tu vida leyendo, sintiendo una inquietud dentro de ti, con mil y una historias propias queriendo tomar forma sobre el papel, al final acabas sacándolas, tarde lo que tardes. En mi caso fue un camino muy largo, y lento, pero aquí estoy, para bien o para mal.
Pero sí hay un punto básico en todas ellas y es que escribo sobre lo que me gusta leer. Ese es mi único secreto, junto con el de “sentir” la historia, y un tercero, ineludible: que las mujeres sean las protagonistas.
Esos tres puntos conformarían lo que podríamos llamar mi tríada creativa.
P: ¿Cuáles son tus próximos proyectos como escritora?
R: Tengo tantos que es como tratar de atrapar una gallina en un corral alborotado. Están todas esas historias ahí, cloqueando como locas, y yo tratando de atenderlas a todas, y vale que soy yo la que las ha puesto ahí, ¡pero no me dan respiro!
Sí hay una historia, una novela, que es la que llevo más avanzada, pero dado el actual estado anárquico de mi cabeza… ¡no sé cuándo podré tenerla terminada! Ella es mi línea principal de trabajo, pero esta línea se ve asaltada casi de forma constante por otras ideas, historias, personajes… Me temo que estoy algo descentrada en ese sentido, y de ahí que todo vaya un poco más lento de lo habitual. Pero en fin, creo que algo bueno hay de esta constante algarabía interior mía y es que a veces estas “interrupciones” cuajan en algo concreto, como fue el caso de mi antología «Y abrazarte». Los relatos que la conforman se me enredaron dentro mientras escribía la novela y tuve que darles prioridad sí o sí.
Supongo que ahora me toca esta época, la de las historias saltando de aquí para allá dentro de mi cabeza…
P: ¿Cuál fue tu primer libro (o el que más te marcó) de literatura lésbica?
R: No el primero que leí, pero sí el que supuso un antes y un después: «Carol», de Patricia Highsmith. Tengo una enorme deuda sentimental con él. En mi caso, se aplica el clásico en torno a este libro: fue el primero que leí con un final esperanzador. Con el plus, además, de la calidad literaria de la novela. De hecho, precisamente mi relato «#Marimaryeva» es un homenaje al libro y la escritora, una especie de carta de gratitud a Patricia por su influencia en mi vida.
No obstante, hay un segundo libro, que leí justo después que este, que también me marcó muchísimo: «Las amigas de Heloïse», de Hélène de Monferrand. Una absoluta delicia, y me atrevería a decir que sustituye a «Carol» en el primer puesto de mis preferencias. De hecho, no hay mayor síntoma de esto que el haberse convertido en una lectura recurrente. Suelo releerlo cada ciertos años, algo que no sucede tanto con «Carol».
P: ¿Tres libros que recomendarías a las lectoras de MíraLES? Y por qué los recomiendas.
R: Los dos antes mencionados (si es que queda alguna lectora que no le haya echado ya el ojo a «Carol») y, para el tercero, voy a desmarcarme un poco de lo estrictamente literario: voy a recomendar la serie de cómics «Sunstone», de Stjepan Sejic. Me tiene absolutamente enamorada, amén de haberme dado toda una lección: yo era de las que pensaban que un hombre no podría escribir nunca acerca de la relación entre dos mujeres, pero esta serie me está rompiendo los esquemas: la historia de Ally y Lisa no puede estar narrada de forma más tierna y sensible… ¡Y estamos hablando de una historia de BDSM!